lunes, 20 de abril de 2009

Cuando Lleguen los Dragones X11

- Así, no pasa nada.

Dice Mark, para vencer la débil resistencia de Ari, agarrando los dedos que intenta desabrochar su pantalón. Fija su mirada en el techo. Una mezcla de miedo y ganas se peleaban en el interior de Ari. Ese miedo que le producían las platicas de las viejas más grandes de su secundaría: sobre lo feo que se ve eso, lo culeros que pueden ser los güeyes y el dolor, el puto dolor. Que según dicen que es como si te desgarraran por dentro, que se siente culero cuando recién entra, pero que luego ya todo pasa chido. Y se siente suavecito, así, como que todo lo toca y entonces viene ese descanso. Bueno, es lo que ella se imagina cuando sus dedos juega dentro de la vagina.

Baja el pantalón hasta los tobillos y Mark amolda esas piernas delgadas a sus hombros. Es cuando deja ir su verga dentro, sin cuidado de nada, como si por la quisiera destruir. Ari ahogó el primer grito, mientras que Mark sentía como ese conejito de 16 años apenas amoldaba su boca al alimento, esa era la razón por la cuál de vez en cuando le gustan las niñas. Porque todavía aprietan y las puede mover a su antojo.
- Bésala- Gritaba Mark, de pie arriba de la cama- bésala.

Ari no podía decir nada. La sorprendió que Mark la haya sacado y de píe sobre la cama, movía su verga de un lado a otro.

- Bésala, dale un beso.

Ari posa sus ojos verdes en esa verga al rojo vivo. Se paraliza, no sabe que hacer. De repente siente un chingo de miedo, pero cabrón, como hace mucho no sentía. Ese miedo que la paralizaba cuando de morra, como a los ocho años visitaba a su tío. Y veía a ese doverman que tenía amarrado en el patio. Ella sentía que ese perrote se la podía tragar en cualquier momento y se imaginaba como el perro le mordía el cuello hasta desangrarla.

- No te hagas pendeja, bésala- vuelve a gritar, ahora con toda la desesperación, que lo hace pasar la mano en la nuca de Ari.

La ve de rodillas, con todo el miedo saliéndole por los poros. Por eso cuando siente esos labios carnosos rodeando la cabecita de su verga estuvo a nada de venirse y dejarle ir todo en los ojos. Se hundió en el agujero de Ari, como si nada más importara, como si ese fuera el lugar en el que iba a morir y tuviera que dejar todo ahí, porque ya no iba a ver más y lo que estaba afuera de esas cuatro paredes no valiera la pena. Le gustaría esconderse ahí y no volver a salir, aunque ya escupió y esta en los brazos de Ari completamente exhausto.

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