sábado, 31 de octubre de 2009

Entre las piernas del tiempo 3

Ahora mientras cruzo la madrugada, cobijado por la luz que escupe el alumbrado hacía mí. Vienen a mi memoria tantas cosas, que es de la chingada no poder detenerme en una sola. Es que estar en ese punto, ya saben cuando no estas ni muy pedo ni muy sobrio, cuando te das cuenta que no hay una promesa esperándote en la cama, desnuda, oliendo riquísimo. Es ahí cuando el mundo se me revela por completo y acepto de la mejor manera que todo el porvenir está en la esquina de esta calle inmensa. Entonces, pienso que será de aquellas viejas que he amado y las que no tanto, pero de alguna manera llegan a mí ahora, galopando en vergas gigantes, algunas con una sonrisa y otras con la cara llena de resentimiento o indiferencia.

Rosa: Te vi por casualidad en el pasillo de la secundaría de la 286, donde decían que se podía coger en los baños. Me acuerdo que iba en la pendeja, caminando por el pasillo de los segundos(yo ya iba en tercero), entonces saludé al carnalito del Luis, un vale mío, chocamos los puños cuando te vi: chaparrita, con chinos y esa voz tierna que por casualidad en ese instante alcancé a escuchar. Me acuerdo que a base de paros y de amarrarme bien mis huevos, te llevé dos veces a tu casa, que estaba por mi barrio, más allá de la calle Pablo. La segunda vez fue cuando te di el beso que me paralizó, me amarró la lengua para decirte que deberíamos andar. Entonces me la pelé y se me fue la oportunidad. Ahora tienes un chavito y creo que te dejaron. Lo segundo lo supongo y lo primero lo sé porque te he visto pasar con él por el barrio, las veces que me reconoces y no me hablas, pero sólo me miras como si yo hubiera tenido la culpa de todo.

Lucía: Pinche culona, eras cabrona, tengo que aceptarlo. Tu me diste una introducción, una muestra de la crueldad y odio que una vieja puede desplegar. Fuiste la primera que me mostraste que no todas eran bondad como mi madre, también me enseñaste a pisar con cuidado y que una vieja en cinco minutos, con dos movimientos podría hacerme cagada. Neta de la que me salve chava, lo bueno es que me valiste madre y todo pasó como si nada. Pero a veces me conduelo del porro del bacho 2 con el que te fuiste, del Herol, al que le decían el Yesos y que seguramente le paraste una chinga.

Diana: Te conocí cuando no tenía nada que hacer, cuando había valido madre en el bacho 2 y en mí no cabía la palabra trabajo. Te conocí en un masivo de Ska, allá en CU. Me acuerdo que iba con mi valedor el goku y tú con una prima. El chiste es que por una extraña razón, anduvimos. Eras bien chida, aunque no tenías culo ni tetas, sólo unos ojos claros que a mí me partían la madre. No mames, me acuerdo como me sonreías cuando la cagaba, también lo hacías cuando le echaba el perro a tus amigas del CCH sur e inclusive cuando no tenía ganas de hablar y tú hablabas por los dos. A lo mejor por eso me aburrí y te corté por teléfono. Es que me estabas haciendo comodino, mediocre, sin un ápice de ambición. Es más con todo y lo chamaco que estaba, no podía creer que me pasaras todas.

Ana: Tú me diste una pequeña victoria. Pequeña si la comparamos por ejemplo con Fabio Cannavaro levantando la copa del mundo. Victoria porque eras la vieja más sabrosa del salón en aquel primer semestre, cuando re-inicié todo en el bacho 3. Eras la blanquita y cotizada que a las demás viejas le caías como maroma al ovario y a los hombres como una patada en los huevos. Y tenían razón, eras bien mamona. Pero no conmigo, porque cuando estábamos juntos todo era risa entre los besos que nos dábamos. Siempre me quisiste llevar a centro Coyoacan, a no sé qué, pero siempre quisiste llevarme. Contigo supe, por primera vez en mi vida, lo que es la envidia chocando en la espalda y que te griten socio. Pero también supe que la indiferencia llena de odio a la mujer. Recuerdo como te cagó saber que me escondía de ti y que había tardes en las que no quería estar contigo y nada más buscaba tumbarme a escuchar a Bad Religion con mi carnal el pollo. No lo aguantaste y te fuiste con otro cabrón, sin decirme nada, frente a todos. Lo bueno es que al final Bad Religión se quedó.

Claudia: Nadie daba un varo por ti en ese segundo semestre, en aquel ya lejano bacho 3. Es más, hasta Karina, que era tu mejor amiga, pensaba que no valías la pena y me lo decía cuando fajábamos en el metro, después de haberte dejado en tu casa. Pero quien diría que ibas a terminar cojiendome o que me ibas a dar la primera mamada de verga bien dada de mi vida, la que terminó por descargarme por completo. Porque tú, que tenías muy poco que apostar, te lo jugaste a algo que creías tenía futuro. Porque aún recuerdo esos atardeceres, en los cuales mientras los demás se partían la madre en la escuela, nosotros paseábamos por la Moctezuma, a unas colonias de donde estaba tu cantón, para caerle a la cama que el Kante nos rentaba por treinta y cinco varos, lo justo para una vela. Y nos la teníamos que jugar de esa manera, porque el bacho nos quedaba chico y ni en las canchas podíamos fajar a gusto. Porque neta creo que sin broncas podíamos estar poniéndole todo el día. Eras una vieja a toda madre, eras capaz de fajar en cualquier lado, en el metro Pantitlan, Hangares, en la parte atrás de un microbús o arrodillarte ante mí en el cuarto de la Amy, para mamarme la verga, mientras los demás, afuera, se conformaban con hacérselo a una botella. Ahora me dicen que te andan madreando y seguramente andas mamando otras vergas y a ratos cuidando a la niña que alguno de los tantos cabrones que pasó después de mí te hizo el favor de dejar.

Alexandra: No voy a decir nada más, sólo que ojala que el amor y el tiempo te esperen tras tu puerta y que nunca más volvamos a beber juntos, porque siempre terminaremos dándonos en la madre.

Laura: Cómo puedo hablar de ti chaparra sin que suene a melancolía barata o confesiones de un chamaquito cagengue. Podría decir tal vez que llegaste como un anhelo que se cumple a las diez de la noche de un sábado, después de cobrar un sueldo de volantero que no alcanza para una mierda, más que para una panala de mezcal y tal vez una vela de café. También podría decir que eras hermana de mi carnal el Perfo y que parecía que de familia venía esa comprensión y condescendencia con las personas completamente destruidas. Mierda, ahora que dije eso, también tengo que contar que estuviste cuando la madrugada nos alcanzaba muy lejos del cantón o del barrio materno, cuando estabas dispuesta a dejar la vida donde fuera y como fuera a mí lado. Qué nunca he tenido mañanas tan dulces como en la que al despertar me topaba tus ojos y esa sonrisa que me hacía pensar que a lo mejor afuera había algo porque rifarse. Aquí en este punto podría contar que te fuiste(con toda razón), llevándote mi calma entre tus piernas, también en este punto, podría decir que por tu recuerdo comencé una empresa que parecía impensable, también que tomé un camino largo y sinuoso, pero no la quiero cagar y mejor en este punto me calló.

Carina: Todavía recuerdo tu entrada al salón, cuando recién iniciaba cuarto semestre en el último bacho que cursé. Pasabas con tu gabardina y chinos negros que enmarcaban ese rostro que parecía siempre estar sufriendo por algo(o tal vez por alguien). Y llegaste como por lo regular llegan las mejores cosas, o sea sin esperarlas. Porque todo fue tan natural, que neta no supe en que momento me enculé contigo(miento, si me di cuenta, pero me hice pendejo), ni tampoco cuando tuve tiempo de pensar en un futuro juntos y lo más cagado es que pensaba en la palabra juntos. Y cuando por fin, en las escaleras del edificio B, me diste el sí, que me liberó de todos los miedos que en mi espalda se habían enquistado como un tumor. Y si me tendría que quedar con algo, me quedaría con la sensación de tu gabardina rozando mi piel y con el madrazo que seco me diste a la cara, cuando pensaba que ya me la sabía, que ya había encontrado el hilo negro para mantener a una vieja contenta. Pero nel, tu me enseñaste que nada vale la pena, que nada es seguro, que la circunstancias son filosas navajas que te pueden cercenar las extremidades sin contemplación. Tal vez sea momento de aquí pararle, porque lo demás, el devenir de los sucesos son cosas que te propongo nos guardemos en lo más profundo y sólo externarlos cuando con una copa a la mitad o un toque que se nos consuma entre los dedos; aprovechemos que nadie nos voltea a ver, para brindar por el nosotros que nunca fue.

Sandra: Tú me enseñaste que la paciencia no es otra cosa que mostrar humildad ante la vida. Porque siempre has estado ahí, deteniéndome el rostro con tus manos para explicarme cada noche lo que está pasando. Explicarme por ejemplo, porque las cosas no salen, porque la tarde es aburrida o porque el tiempo nos asesina. También con una calma gigantesca me explicas el porque no puedo vivir dentro de una canción de NOFX y del porque hay que salir al mundo a rifarse. También me enseñaste a bailar al ritmo de la tristeza y el desconsuelo, cuando uno atrapado en los ojos del otro, nos movíamos con un Nick Cave que cantaba para nosotros People ain´t no good en una tarde fría a mediados de diciembre, escondidos en la azotea de una Alexandra que posiblemente ni sabía que pedo. Pero sabes que es lo neto, lo verdaderamente cabrón, que sabes darte cuenta cuando estoy hasta la madre de las palabras y en que momento simplemente el roce de tu piel y la calidez de tu vagina entre mis dedos es la mejor medicina para mí.

Estas son las mujeres que evoco, y no es que sean las únicas o que esté inventando otras, simplemente son las que en algún momento, en el transcurso del día, les dedico dos o cinco minutos para pensar en ellas. También son las qué cuando estoy hasta la madre, me vienen a recoger entre sueños, como si fuera algo que olvidaron en el camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me agrada esa sensación que dejó el texto en mí, mientras leía me imaginaba a las mujeres que evocas y cada una es diferente. Mala o buena, dejó algo en ti y siempre regresan a decirte algo, ya sea entre sueños o mientras un recuerdo. Chingón tu texto!!

Atte: Sofy