lunes, 5 de octubre de 2009

Entre las piernas del tiempo 2

Chao numero 3
Para mi carnal el pollo

1
Ayer, después de mucho tiempo, volví a mi posición: lateral izquierdo y también me dieron mi viejo numero: el 3. Y es que desde morro, desde que vi a ese caballero de ojos azules, a ese IL capitano al eterno Paolo Maldini jugando con el mismo numero en pleno mundial de Francia 98, me di cuenta posición que quería jugar, del numero que quería en mi espalda y de cómo se debía jugar. Es que verlo recorrer, con esa elegancia que lo caracterizaba, toda la banda izquierda atacando y defendiendo a la vez, era sinónimo de ir a la universidad. Y hoy, no me importó que el uniforme era del Boca Juniors, lo que realmente me importaba era que estaba jugando en la misma posición y con el mismo numero del maestro.

2
Por eso, al estar dentro del campo, repasé en flashbacks sus enseñanzas, de las que tomaba nota cuando lo veía con al camiseta azzurra o rossonerí frustrando cada regate del contrarío, marcando como si en ello se fuera la vida. Porque verlo en ese mundial del 98 y cuando se retiró del fútbol hasta hace apenas un año, parecía el mismo, es más, parecía que hasta el tiempo lo respetaba como un delantero más, que prefería buscar la forma de eludirlo, de cambiarse de banda, para dejarlo ganar infinidad de ligas, de champions y demás trofeos(también para demostrar su grandeza ante la bella derrota), pero creo que el trofeo más preciado para él fue el cariño y la admiración que sentimos tantos al verlo jugar. Porque verlo, aunque sea por televisión, correr con la frente en alto deba gusto y adivinabas que así caminaba por la calle. En eso pensaba cuando el partido daba comienzo y me daba cuenta que tenía enfrente a un morro más joven, alto y rápido que yo.

3
Entonces recuerdo ese Overmars contra Maldini de la euro 2002, ese duelo que me dejó marcado para toda la vida. Porque Overmars, Holandés, de velocidad y regate exquisito, era otro de mis jugadores favoritos de esa época(el único que estaba al nivel de el 3), y saber que se iban a enfrentar, por la misma banda, en un partido a eliminación directa a Paolo, despertó en mí un miedo; el miedo de ver a dos de mis ídolos luchar en la cancha por mi cariño, pero a la vez la oportunidad para decidirme por el vencedor. Y fue la primera y última vez que dude de Maldini, porque veía a ese Holandés volar por la banda como un extremo tiene que hacerlo y pensé que está vez era demasiado para IL Capitano. En ese partido, el eterno capitán me hizo comprender de que en el fútbol y en la defensa no sólo se necesita jugar con huevos, si no con inteligencia y paciencia. Entonces, vi como IL bello maniataba a un Overmars contrarrestando velocidad, con paciencia y explosividad con experiencia. Y tal vez la mayor enseñanza fue la humildad con la que manejó aquella victoria, cuando en un pique en corto que parecía que Overmars por fin le ganaba una, llegó ese 3 para ponerle cerrojo al área para él. Al final, ganó Italia en una tanda de penaltis que los iba preparando para la final que perdieron ante la Francia de un genio(ídolo de mi hermano por cierto), llamado Zidane.

4
La derrota, esa que nos pone aprueba, la que es una constante en la vida diaria y nos revela la condición humana en todo su esplendor. Y con todo ese esplendor vi como Maldini la aguantó, estoico y con una elegancia de aquel que sabe ganar. Porque sería muy fácil decir que su vitrina hay siete escudettos, cinco champions league, un mundial de clubes, dos intercontinentales, cinco supercopas de europa, cinco supercopas de Italia, pero eso no tendría ningún objeto, porque si pudo disfrutar esas victorias fue porque para levantarse a buscar esos honores tuvo que probar la derrota. Tal como pasó en aquella final de Eurocopa donde dominaron a Francia todo el partido, hasta que en los últimos minutos les empató y después en el tiempo extra, cuando el gol valía oro, Trezeget de bolea selló la remontada o esa final, la de champions, donde el Milán habían jugado como dioses ante un Liverpool manso y asustado. Ese partido que prometía ser el último de Maldini, donde casi arrancando, antes de los diez minutos de juego, anotó un gol que parecía ser el inició de un partido perfecto. Y así parecía, porque antes del primer tiempo ya los llevaban tres a cero. Pero después la debacle, nadie daba crédito, en quince minutos el Liverpool alcanzaba al Milán empatando a tres goles y llevando a penaltis un juego que parecía liquidado. Tanda que perdió el Milán, con un Maldini que acepto su medalla de segundo lugar con el orgullo de alguien que se ha entregado por completo. Tal como pasa en la vida misma, cuando en cuestión de segundos o minutos todo se va a la mierda y puedes perder absolutamente todo. Pero si algo aprendí de IL Capitano es que hasta la derrota se puede recibir con orgullo.

5
Al final empatamos, en un partido rápido y lleno de fortuna para los dos bandos. Con balones reventando los postes. Cuando el arbitro dio el silbatazo, me di la mano con mi marca, con el morro que parecía que en cualquier momento me iba a superar, a dejarme atrás, pero no pudo del todo. Y es que de regreso a casa, con la camiseta numero 3 sobre el hombro, pienso de nuevo en Paolo, del ruco que con la camiseta de visitante del Milán( fue una pena ojala hubiera utilizado la rossoneri), dio la vuelta olímpica, despidiéndose de todos con una sonrisa, mientras nosotros lo hacíamos conteniendo una lagrima, como tal vez él no la contuvo y la dejo correr por su rostro cuando estaba en la soledad del vestuario. Es que el pensar que ya no lo iba a ver jugar nunca más es una verdadera lástima, porque no le podré a decir a mi hijo: mira eso es un profesional. Pero aún así, seguro que lo tendremos cerca, por el titulo, por los recuerdos, por el nombre, por su capacidad para jugar y por todo lo que seguramente él puede dar desde afuera, mostrando esto y enseñando lo que hay que hacer. Para nunca dar una pelota por perdida, para siempre luchar un balón; para después acomodarlo, para tenerlo cerca, para que nadie te lo quite, para demostrar que es capaz de jugar de la manera que lo hizo durante los más de mil partidos que disputó. Paolo Maldini, IL capitano, un jugador estupendo, fantástico. El Milán ha tenido la suerte de tenerlo durante toda su vida. Que lástima, me hubiera gustado seguir viéndolo, pero bueno, hizo bien al decir adiós de esa manera, no como un triunfador que levanta un champions (que tuvo la oportunidad de irse así), si no irse haciéndonos saber que aún era capaz de pelear la pelota hasta el último momento. Hace poco releí una entrevista que le hicieron a dos semanas de su retiro y él, con todo y su larguísima historia a sus espaldas, decía: sólo aspiro a dejar un buen recuerdo en la gente. Y como no va a dejar un buen recuerdo, si ha dejado la piel en cada partido, en cada minuto que jugó. Por eso puede irse con la frente en alto, eso, el irse con la frente en alto, es a lo que yo más aspiro no sólo en el fútbol si no en la vida misma.

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