sábado, 2 de enero de 2010

Entre las piernas del tiempo 5


1
No puedo mover un dedo, no hacer nada para evitar, que el polvo de los días entre por mis ojos cegándome por completo a un pasado que ya está sellado y que debería sepultar hasta que tenga hijos y los aburra con esos recuerdos ya podridos de nostalgia. Entonces, si no muevo un dedo, no debería decirte que estoy hundido en el sillón; sí, en el mismo donde te montaste encima de mí y te sacaste por primera vez la blusa, mostrándome aquellas tetas con un lunar, al lado del pezón izquierdo, que cuando te lo descuidabas le crecían unos pelos bien cabrones. Pelos como los que vi en esa tarde de miércoles, cuando la escuela nos había cerrado las puertas frente a nosotros y teníamos todo el tiempo del mundo esperándonos afuera. Te montaste, justo cuando veíamos ese VHS, el que el Astro me prestó, donde los Skates nos hacían soñar con tiempos mejores, así como me hiciste imaginármelos a mí, cuando nos estábamos dando esos tallones mientras la tarde caminaba lentamente afuera de la sala, mientras tú, Ana, dejabas esconderme dentro de tu vagina, suave y con olor de caramelo. Me cae de madre que sentí, por unos breves instantes, que tus pujidos estaban una sincronía perfecta con el ruido de los trucks que salían de la pantalla. Esa fue(ahora me doy cuenta), la primera rola que compuse en mi vida, el primer poema que hice o el primer lugar, en el que me convencía era en el que debía de estar.

2
Y es que a veces, se torna necesario dejar que el olvido nos de una madriza que nos noquee, nos apague las luces y nos haga olvidar hasta en donde estamos sentados. Porque uno debe seguir para delante y entonces negar todo. Negar por ejemplo las tardes donde tú y yo Julio, escapábamos de aquella secundaría como si fuera una pena de muerte al animo, a nuestra alegría, porque de alguna manera sabíamos que en esos edificios no había nada para nosotros, las viejas no nos querían y que los maestros, tan imbéciles como siempre, no tenían nada que decirnos. Y entonces nos íbamos a tu cuarto, los dos juntos(en realidad no necesitábamos a nadie más), a tumbarnos en la cama, donde escuchábamos atentos esa música que nos fascinaba cada vez más, que nos decían cosas que estábamos seguros en el devenir de los días, de la vida misma nos iban a servir de algo. Y entonces, ahí dejábamos correr esos cassetes, con aquellas bandas que apenas conocíamos y que nos vaticinaban que nada en la vida vale la pena en esta vida. Esas bandas que nos dieron valor para tomar una guitarra y cacho por cacho inventar una canción. Te acuerdas Julio, como peleábamos para componer algo que al menos se acercara un poco a decir todo lo que sentíamos.

3
Lo único que sabemos, lo único que tenemos seguro, es que el mundo se está largando a la chingada, que no espera a nadie y que cuando te quiere dar en la madre lo hace sin contemplaciones. Y eso es lo único que aprendimos, en aquellas noches maratónicas, donde terminábamos en la casa de la Rosa, en la calle 7 o tocando la guitarra, que repetía una y otra vez esos acordes que le robaste a los 6 Voltios(sí, todos nos dimos cuenta cabrón); y que con cada vez más dolor cantábamos ese coro que decía: y si la noche apaga las luces nos vamos corriendo a buscar el resplandor...y que nadie entendía, más que nosotros, que ya desde ese momento, a nuestros 19, preveíamos el camino hacía el fracaso. Y es que te acuerdas cuantas veces nos pusimos a parlar de lo culeras que eran las viejas cuando nos cerraban sus vaginas para siempre o también cuando la habíamos cagado, en esas veces, que estábamos tan estropeados que ni siquiera le podíamos atinar. Y eso, junto con muchas cosas más, el polvo de los días se lo está llevando, nos lo está cambiando por responsabilidades y deudas, por planes y futuro. Por todo aquello que no creíamos cuando el mundo se nos acababa en la esquina y el amanecer era una mentada de madre, una mala broma de Dios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

CHINGONES, TANTO, COMO EL SABOR DE UNA TARDE COLORIDA QUE SE PUDRE EN LA MEMORIA. LARGA VIDA A KYOTO!! ATTE: SOFIA